Extraña mañana [Priv/Chevalier D'Éon]

Había conseguido ayudar a Charles a llegar al jardín lo más rápido posible. Eso sí, teniendo en cuenta de que su compañero no estaba en demasiadas buenas condiciones como para andar corriendo. Al final sus cálculos habían salido mal y el jardín no estaba tan cerca como le parecía. Aunque seguía considerando que era mejor idea que subir aquellas escaleras. Sería bastante pesado llevar a D'Éon hasta allí, además de que si sufría algún otro desmayo el daño sería peor. Prefería pasar por lugares seguros antes de la rapidez.

Finalmente abandonaron la academia para llegar a los jardines. Estaban a primeras horas de la mañana, por lo que no podía verse a ningún alumno por ahí. Tampoco había tenido problema con la seguridad, increíblemente. La zona de la enfermería estaba poco vigilada, seguramente porque ellos preferían no acercarse a aquello que fuese eso.

—¿Mejor?—preguntó, con una mezcla de amabilidad y preocupación. En aquellos momentos, perder sus clases no era de importancia. Estaría dando filosofía, seguramente. Una asignatura que hasta para el clon de una filósofa resultaba tediosa, pero llegaría a ponerse al día en nada.

Jamás había imaginado tener una mañana tan extraña como aquella. Aunque solo fuese un escape y evacuación, poco más y no podría haber ayudado a D'Éon, ya que estaría en su mismo estado.

—Sí, gracias —respondió, no quería causar más molestias a Hipatia, suficiente había hecho por él ya.

Separándose de ella, se sentó en un banquillo. Lo primero que hizo fue aspirar profundamente, inflando el pecho con el aire silvestre y luego soltándolo suavemente. Repitió el mismo proceso sin apresurarse algunas veces más, esperando con aquello, limpiar sus pulmones de cualquier residuo del hediondo aroma.

Dirigió su mirada a la muchacha, y sonrió. Había sido muy amable de su parte sujetarlo todo el trayecto desde la enfermería a los jardines.

—Gracias por traerme —volvió a agradecer—, y te pido disculpas por los problemas que te causé.

Tras hablar levantó sus ojos hasta el cielo, con la expresión seria y pensativa. Había algo en el ambiente que no encajaba, quizás fueran impresiones suyas debido al sensible estado que se encontraba su cuerpo, pero creía notar cierta estática en el aire, como una premonición de peligro.

«¿Qué es esta inquietud?»

Se sentó a su lado en el banquillo, mientras le miraba con expresión preocupada. A pesar de ello, mantenía una leve sonrisa en los labios para no mostrarle tanto aquella expresión. Ya no estaba tan pálido como antes (en el momento, llegó a pensar de que lo iba a perder, cosa que por poco se llevaba a ella) y parecía ser que respirar el aire fresco de la mañana le hacía sentir bien. Podría encontrarse en una de las clases con la calefacción puesta, pero prefería ayudarle en todo lo que le fuera posible, además de que el aire también le espabilaba a ella.

—Deja de agradecer y disculparte tanto—sonrió—. No es nada, sería horrible dejarte ir sólo en tu estado. Al menos, a mí no me gustaría recibir ese trato.

Se dio cuenta de que D'Éon estaba mirando al cielo. Dentro de poco comenzaría a hacer algo más de calor, por lo que el frío en aquellos momentos no le debería importar demasiado. Echó la cabeza hacia atrás e imitó su gesto. La mirada se perdió en las nubes, pensando en todo menos preocupaciones.

—¿Por qué estabas en la enfermería?—preguntó, cuando ya bajó la mirada y la dirigió hacia Charles—Si te soy sincera, no se te veía con muy buena cara al llegar.

—Me dolía un poco el estómago —mintió, desviando la mirada.

No era bueno mintiendo, y tampoco le gustaba tener que hacerlo. Él siempre era honesto, o al menos hasta que se trataba de hablar acerca de sus problemas, entonces escondía la verdad.

Tragaba toda la angustia y desazón que sintiera, y aquello se anidaba en lo profundo de su ser, como un secreto. A los secretos hay que ocultarlos, porque de caso contrario, dejan de serlo, por ese motivo, así seguiría, a pesar de que lo sentía como una larga y punzante espina venenosa.

—Con toda la agitación, desapareció —volvió a observarla—. Dijiste que tenías jaqueca, ¿te sientes mejor?

—Conque el estómago...

Había notado una especie de tono extraño en su voz. Normalmente, Hipatia tenía una habilidad, "poder mágico" le llamaba en ocasiones, de saber cuando alguien miente o no. Aunque solía fallar, algo le decía que D'Éon no decía la verdad. Sin embargo, decidió no mencionar nada. Odiaba las presiones y no le gustaba que los demás la sufriesen. Además, la verdad es que la razón verdadera no era de mucha importancia. Sabía que estarían allí un rato, quería dar conversación.

—¿Mi jaqueca?—ladeó la cabeza—Del susto que me habías dado ya casi la había olvidado... Los nervios hacen que te olvides del dolor físico. Al final este contratiempo ha sido mejor que una de esas pastillas—bromeó.

—Aunque la verdad es que estoy algo cansada—suspiró—. Me lleva ocurriendo desde la semana pasada. Puede que sea el estrés, no creo que tenga nada más aparte.