-Unos minutos de descanso- [priv Gensai]

Cuando encontró aquel lugar se sintió el chico más suertudo del mundo. Un pequeño rincón, alejado de todo, silencioso y acogedor, sería su escondite perfecto para cuando necesitara un momento de descanso. Con esa mentalidad comenzó a acomodar sus cosas, abriendo su mochila toda destartalada y remachada, para sacar de allí una carpeta con hojas blancas. Se quitó su bolígrafo favorito de detrás de la oreja y mordisqueandole la punta se puso a pensar en qué podría dibujar.

-Tal vez... una pelea.. -musitó sonriente, pensando en cómo los trabajos de sus alumnos le habían dado ideas para el siguiente número del cómic en el que estaba trabajando. Comenzó a bosquejar a un superhéroe, muy parecido a él, que estaba parado en el tejado de ese mismo edificio, supervisando todo con mirada de águila-. El gran Revy... -susurró sonriendo mientras le dibujaba la misma sonrisa al personaje- Siempre estás allí para salvarnos...

Cavilaba perdido en las líneas que su mano parecía dibujar por si sola. Amaba aquel momento, entre la tarde y la noche, en que todo estaba en silencio, su mente y su corazón unidos en el mismo compás que marcaba su mano, creando y recreando su vida en una pagina de cómic.

Su mundo de pacífica serenidad le tenía feliz. A la luz de una simple vela continuaba dibujando los mínimos detalles que hacían de su estilo algo único. Un achurado simple unido a una texturización especial en la que tardaba horas le daban a sus cómics aquel tinte original que tanto amaba. La imagen del superhéroe invencible y poderoso, de gran musculatura y mirada tranquila... todo lo que no era él.

Detuvo su mano al notar un ruido cerca de donde estaba. Alguien parecía abrir la trampilla por la que había pasado hacía un rato, subiendo al tejado del lugar que estaba justo arriba de la pequeña habitación donde se encontraba. Al principio creyó que su imaginación le había jugado una mala pasada, haciendo de las largas sombras que proyectaban los muebles siluetas de personas subiendo hacia el tejado.

Pero no había sido su imaginación. Segundos mas tarde escuchó pasos sobre su cabeza y dejando su dibujo de lado, abrió la ventana asomando la cabeza para mirar al tejado. Sin que pudiera evitarlo un objeto de madera le dio justo en la nariz y le causó un mareo terrible. Pegó un leve gritito de dolor atrapando la espada con una mano antes de que cayera, metiéndose nuevamente a la habitación con ella para examinarla a la luz de la vela.

-Es.. una espada..? -se pregunto en voz baja con total curiosidad, sonriendo ante la irónica situación. No tenía ideas para dibujar espadas de entrenamiento y ahí estaba ahora, en sus manos. Con la nariz sangrando se volvió a asomar por la ventana, notando ahora los pies de alguien sentado en el tejado. Se limpió la nariz con el dorso de la mano antes de observar con curiosidad hacia arriba.

-¿No cree que podría caerse encaramado en ese lugar? -dijo en un tono de voz algo alto, a pesar de que él estaba con la mitad del cuerpo saliendo por la ventana, afirmándose con una mano del afeizar- ¿Era suya esa espada que se cayó? Me ha dado en la nariz...

Todo sucedió en una milésima de segundo. Primero estaba esperando alguna respuesta del dueño de aquellos pies que colgaban del tejado y después, solo momentos después vio una sombra pasar por el espacio que quedaba entre su cuerpo y el afeizar de la ventana. ¿Cómo es que algo así podía suceder?

Se metió a la habitación apretando el mango de la espada de madera por simple nerviosismo. No es que supiera utilizar una espada, él solo sabía de armas de fuego, y en aquel momento no portaba ninguna.

Ah, claro, sin siquiera presentarse vio que aquella sombra en posición de combate se lanzaba sobre el, arrojándole al suelo cerca de sus dibujos. Intentó mover sus brazos pero estaba inmovilizado, y aquello no era bueno... hacía poco se había caído de un edificio, peleando contra unos traficantes en una de sus tantas peripecias como héroe, y se había partido el brazo izquierdo en tres partes. Por esa razón se quedo quieto de inmediato, quejándose levemente mientras intentaba aflojar la llave de su brazo resentido.

-Cuando acepté este trabajo pensé que estaría a salvo... -susurró más para sí mismo que nada, antes de oirle hablar. Caramba, que era un profesor y merecía respeto-. Soy Alexander.. auch... Alexander Robinson, y tengo una fractura en ese brazo que me está doblando, por favor... si fuera tan amable... -los ojos amarillos se le llenaron de lágrimas de dolor, mas que nada esas punzadas le hacían recordar la terrible caída y la razón de ella-. Soy profesor del internado, ¿por qué tantas preguntas? Yo.. ay, me duele... yo debería preguntarle por qué es que es tan brusco...

Así era él. No iba a hacer nada para defenderse hasta comprobar si aquella persona era realmente culpable. Tal vez le atacó porque tenía algún problema, o porque reaccionó mal... hasta no saber las razones no haría nada por quitarse de encima al sujeto.

Tirado como estaba en el suelo dejó salir un suspiro de cansancio. Había perdido de golpe todas las ideas que aquel mágico lugar le habían hecho surgir. En conclusión no podría dibujar en días. El dolor que le aquejaba era cosa de todos los días y no era ya una molestia para el pelinegro. Cada que se ponía un antifaz recibía una herida nueva y tenían que pasar días, incluso semanas, para que pasara de ser una horrenda cicatriz a una horrenda marca, y que el terrible dolor se convirtiera solo en la sombra de un error.

La luz de la vela iluminaba tenuemente el proyecto de cómic que estaba preparando últimamente. Desde su incómoda posición le echó una mirada, esperando que la brusquedad con la que habían sido tratadas las hojas no hubieran mancillado el material. La tinta podría haberse corrido y manchado todo su trabajo de horas... cerró simplemente los ojos imaginando que no estaba allí.

Con alivio, con un alivio tremendo, sintió su brazo mas suelto y sonrió más calmado que antes. Por lo menos así dolía lo que dolía normalmente. Escuchó las palabras del contrario y se quedó completamente quieto, obedeciendo a sus palabras, aunque giró su cabeza para lograr mirarle sin tensar mucho su cuello.

-Oh, no, fue horrible... estaba en la azotea de un edificio y, eh... me caí -no sabía mentir, cuando mentía miraba hacia todos lados y se revolvía el cabello. Aunque como seguía allí en el suelo y no podía hacer lo último se limitó a suspirar. Se sorprendió al principio por el extraño masaje en su brazo. No estaba acostumbrado a tratos suaves por lo que eso le dejó totalmente desconcertado. Cerró los ojos por inercia y relajó su expresión, sintiendo de a poco su brazo menos adolorido- Es... suave... que bien, ya no duele tanto...

Escuchó sus palabras guardando un sepulcral silencio. Más que nada se dejaba llevar por la relajante sensación de alivio que llegaba a su brazo herido. Con los ojos cerrados pensaba en la respuesta que daría luego de abrir la boca.

-Ah, si... no te preocupes... -dijo con un tono de voz algo débil- Creo que fue mi error no avisarle a alguien que vendría aquí... sólo buscaba un lugar tranquilo donde dibujar -las marcas y cicatrices de sus brazos, escondidas por las mangas largas de su polera, se extendían hasta sus manos, logrando que cuando le tomó la muñeca, intentara esconderla moviéndose un poco-. Entiendo de lo que habla. Cuando entré a trabajar me dijeron lo que ocurría, es... preocupante. Pero ya haré algo al respecto... tienes razón, hay que estar alerta siempre... no quise alarmarte, lo siento... -terminó por disculparse mientras él se separaba de su brazo.

Se incorporó despacio, sin levantarse pues se dedicó a recoger todos los dibujos que habían quedado desperdigados por la habitación. Suspiró mirando al muchacho hacia arriba, sonriéndole agradecido. Recogió todo y lo dejó guardado en su pequeña carpeta, revisando el dibujo que estaba haciendo antes de que todo aquello sucediera.

-Rayos... -susurró viendo que ya no podría recuperar su trabajo. Arrugó la hoja y la lanzó hacia un lado sentándose junto a la ventana, acariciando con su mano derecha la marca de la fractura de su brazo izquierdo- Gracias por tu ayuda... eh... ¿cómo te llamas? -le preguntó dedicándole una mirada curiosa. Quería por lo menos saber el nombre del muchacho que le hablaba y que le había ayudado. Se sentía mejor, y el no pensar en el dolor le hacía pensar en las muchas cosas en que debía concetrarse ahora. Cómo ayudar a sus alumnos, por ejemplo, contra el mal que los asolaba.

Bajó la mirada al escuchar aquella reprimenda contra su leve mentira. No. Claro que no iba a aceptar que entre tres lo empujaron desde un edificio de seis pisos y que tenía suerte de solo haberse roto el brazo. Por lo que guardó silencio un momento mientras oía sus palabras. Claro, ahora se sentía culpable por ser un mentiroso y por haber interrumpido su calma con su presencia. Por esa razón bajó la cabeza aceptando que tenía la razón.

-Soy profesor de dibujo, sí... y no me considero muy bueno, pero me gusta enseñar... -tenía que admitir que el hecho de tener que enseñar a grandes artistas era un reto. Pero eso le añadía diversión a la aventura de ser profesor- Me gusta admitir que tengo un estilo propio y que eso me ayuda a comprender y enseñar con neutralidad a cualquiera, por especial que fuera la historia de su original... admiro y respeto a todos los artistas, es genial enseñarles...

No... -Negó con la cabeza ante las palabras del muchacho. Si, se había ofendido, pero no lo haría notar. Levantando la cabeza le miró profundamente, y enmarcó una suave sonrisa- Yo soy solo un profesor de dibujo... ¿esperabas que pudiera hacer algo contra un asesino? -Él sabía bien que, por mucho que se esforzara, no llegaría a ser la mitad de fuerte que necesitaba para estar en su posición, jugando al héroe solo terminaría matándose. Pero su moral le obligaba a continuar, lo supiera la gente o no. Él mismo se obligaba a ser fuerte.

-No te preocupes, siempre puedo hacer otro dibujo -dijo sin expresar su malestar por haber perdido aquella hoja. Sabía que no podría dibujar en días, y aquello le molestaba-. Oh, es un gusto, Gensai... -dijo con una sonrisa al oír su nombre. Ya averiguaría después, en algún libro, cuál era la historia de aquel muchacho... por ahora solo quedaba el tomar sus cosas y salir de allí, intentar dormir algo y olvidarse de las sinceras palabras del muchacho, que solo lograban darle en el poco orgullo que le quedaba como patadas en la parte baja.

-De seguro en algún lugar del mundo hay alguien mucho mejor que yo. No debo creerme el mejor porque así nunca aprenderé... -comentó. A pesar que sabía la exigencia de la institución no le importaba mucho el ser más que los otros. De hecho no se daba cuenta de que el resto del profesorado le miraba en menos pues era lo suficientemente infantil para pasarlo por alto. ¿Qué podía decir? Así era feliz.

-Ustedes no son artificiales... son personas con conciencia de existencia, son talentosos y especiales, todos por igual merecen mi respeto y el de cualquiera... y no creo ser la única persona que piense así... -dijo en voz baja comentando acerca de sus palabras. En realidad él había crecido con una educación basada en el respeto. Era una persona noble y demasiado confiada, que creía que todos los ciudadanos eran buenos y que confiaba en que a nadie le faltaría un regalo el día de Navidad... puede que por esa razón sufriera tanto.

Escuchó sus palabras con una sonrisa. Aquella pregunta le hizo pensar en cómo podría continuar con el siguiente capítulo de su cómic, por lo que volvió su cabeza, medio ido, hacia su libreta. Luego de anotar un par de cosas, la volvió a guardar y miró al muchacho, poniéndose de pie.

-¿Qué me dirías si te digo que durante las noches soy un superhéroe que sale con un arma de fuego a saltar por los tejados, a defender a la gente de delincuentes y asesinos? -preguntó con calma. Claro, estaba diciendo la verdad, pero siempre le sucedía que nadie creía en aquella doble vida que llevaba. No tenía problemas para hablar sobre ello por esa sencilla razón.

Notó el cambio en la mirada del otro al ver la espada tirada. Sintió entonces que había hecho algo, sin saber en realidad qué, y le miró completamente sorprendido cuando le habló de esa manera. Tanta formalidad le pareció innecesaria y avergonzante. Con un leve sonrojo en las mejillas se paró lo más tranquilo que podía, pensando en qué decir.

-Kawakami Gensai... -dijo con algo de dificultad, pues no estaba acostumbrado a pronunciar palabras en japonés. Él que había vivido toda su vida en una metrópolis del norte de América, se sintió terriblemente pequeño frente al hitokiri. Una vez había ganado un concurso de dibujo... era el único mérito que podía decir que tenía-. No entiendo a qué se refiere con ser más fuerte...