Insomnio [Privado Napoleón]

Era la medianoche y él no podía dormir. Según sus cálculos (y el reloj encima de su cama), habían pasado dos horas desde que se había metido en la cama.

Se había estirado encima de ésta, se había puesto cual soldado de infantería, todo derecho, y había hecho respiraciones pausadas mientras pensaba. Pero por más que lo hacía no hallaba la respuesta: ¿Por qué no podía dormir?

Los párpados se le hacían levemente más pesados, sin embargo, eso no era suficiente. No había pasado nada que lo pusiera nervioso o ansioso, a menos que el tonto de Shiro le hubiese contagiado un poco de su inestabilidad emocional, pero dudaba completamente de esa teoría, debía ser otra cosa.

Intentó acomodarse de tantas maneras diferentes que incluso había hecho poses que comunicaban que estaba disponible sexualmente.

Era imposible.

Se levantó y decidió ir a molestar a las personas que consideraba culpables: su séquito de amigos.
Se vistió un poco más decente y luego se dirigió a otro dormitorio, el que le quedaba más cerca no era el de Shiro, pero aún así, sería divertido molestar a quien fuese.

Abrió el dormitorio del clon de Napoleón y con sigilo cerró la puerta y se aproximó a su cama. ¿Dormía?

- Napoleón, no puedo dormir - dijo en un volumen de voz normal. Se le quedó mirando con seriedad, ¿cuándo pensaba escucharlo? ¡Debía levantarse! ¿Qué clase de amigo se consideraba si no lo escuchaba?

Parecía que estaba profundamente dormido, volvió a repetir la oración, cada vez en un volumen más alto, alguien debía quedarse despierto con él. Serían un par de horas, ya no tenía sueño.

- Muy gracioso - replicó con sarcasmo.

La voz de su amigo lo hacía regresar a la realidad, una realidad bastante idiota, cabe decir. Resultaba bastante irónico que le hablase de esa forma, como si tuvieran padres, como si los hubieran tenido.

- En ese caso - se sentó sobre la cama del clon francés como si fuera la suya-, opto por la canción. No me gusta lo que lees o como lees.

Libros acerca de poesía y de literatura francesa, jamás se iba a parecer a su original en cuanto carácter. Ni aunque pensaran las mismas cosas. Él era demasiado alegre. ¿Al menos se sabía alguna canción? Nunca lo había escuchado cantar.

Rodó los ojos y terminó por fulminarlo con la mirada.

- ¿Vas a empezar a cantar? ¿O quieres que yo mismo me cante? - preguntó con demasiada seriedad. Napoleón había aprendido lo que el anterior: datos de un ejército con el que no contaba ahora y cosas de resistencia física de las cuales Sigmund no sabía mucho.

Nada de eso lo podía entretener.

Pero el hecho de que hubiese bromeado con los padres ya era un gran paso para comenzar a molestarlo. ¿Cuáles padres? Bonaparte debía estar acomplejado por la falta de ellos.

Incluso podía molestarlo con eso de haber creído que sí quería que le cantaran para poder dormir.

Sonrió.

- Lo hiciste, no creí que lo harías - dijo divertido. Claro, Freud había escogido lo que era más vergonzoso para su amigo. No había sido tan hilarante como en un principio había creído porque había cantado en otro idioma, pero su tono de voz era lo que lo compensaba, ¡se había escuchado tan...! Tan él.

Lo miró con escepticismo.

- ¿Sabes? Eso me quitó más el sueño - informó -, creo que deberías intentar otra cosa.

Arqueó la ceja y le quitó las mantas.

- ¿Crees que Shiro esté despierto? Es más divertido molestarlo a él que a ti - el chico en cuestión era mucho más sensible y con muy poco esfuerzo uno era capaz de molestarlo o sonrojarlo-. Aunque tu reacción es bastante buena para mí.

Le preocupaba no poder dormir. Durante la mañana se sentiría muy cansado, pero ahora se sentía muy feliz y hasta animado. No estaba sonriendo, pero por la forma en que hablaba se le notaba.
Cuando había ingresado jamás se había imaginado llevarse de esa forma con el clon de Napoleón, de hecho, esperaba a alguien menos efusivo.

¿Qué podía hacer para que le diese sueño?
Todos sus pasatiempos eran divertidos, algunos de ellos eran imposibles porque no encontraría víctimas interesantes, sino gente dormida. Lo único que podía hacer era analizar a Napoleón.

- ¿Sabes que soy tu amigo no? - dijo de repente, al menos un intento de eso. Esperó un asentimiento del otro -. No deberías estar tan avergonzado, esa canción fue realmente divertida, incluso inspiradora.

Sonrió.
Le revolvió el cabello.

- Ahora, cuéntame el cuento del que hablaste al principio - se quedó sentado en la cama. De verdad que le hacía gracia, si hubiese tenido padres ya estarían muertos del coraje.

Podría, pero no quería.

Napoleón le quedaba terriblemente más cerca como para salir a buscar a Shiro en medio de la oscuridad. Además, el clon del francés ya estaba despierto y el otro no lo estaba, implicaba un menor gasto de esfuerzo seguir molestándolo a él que cambiar de víctima.

- Ya te dije que no puedo - repuso con voz neutra -. Quizás, si me cuentas el cuento con el que bromeaste, podría aburrirme de ti e irme a la cama.

Ladeó la cabeza en busca de mejores alternativas, no podía obligarlo a convertirse en su esclavo por una noche, pero sí podía cambiarle las opciones a escoger.

De no ser porque tenía ganas de fastidiar a alguien estaría en su propio cuarto leyendo un libro o analizando mentalmente a cualquiera, pero no, quería hablar con alguien y con el tiempo atrapar algo de cansancio o sueño.

Se levantó de la cama y decidió probar algo.

- Está bien, estoy asustado, ¿ya? - bajó la mirada para no verle directamente. ¿Funcionaría su pequeña treta? Más valía que sí, sino estaba mintiendo para nada. Ya había mentido antes, pero hacerlo para jugar era mucho menos gratificante, de hecho, hasta parecía algo infantil.

¿De qué podía asustarse? No era como si fuera un cobarde ni nada por el estilo. ¿Le temía a algo de todas formas? Tenía que inventarse algo... o retocar los miedos del resto de sus compañeros de clases, todo el mundo se guardaba los temores cuando era más que obvio que estaban muriendo por dentro.

Se quedó allí, esperando señales de vida o respuestas.

¿Por qué había preguntado?
Siguió con la mirada baja, si le veía los ojos se enteraría de que es una mentira, es más, incluso ya lo sabía, pero no se iba a dar por vencido. Si la defendía con mucho esfuerzo podía hacer que Napoleón terminase por creerla también.

- ¿De qué? También me lo pregunto yo - dijo tenuemente. Negó, aún sin mirarlo, por dentro quería sonreír, su pequeña actuación le parecía maravillosa, ¿qué era lo que le impulsaba a hacerla?

Tenía que mantenerse sereno y seguir con la pequeña obra de teatro que le estaba montando al francés, sería espectacular ver el final. Las escenas intermedias eran lo más cautivador de todo.

Alzó la mirada por fin y lo miró con reproche.

- No estoy aquí por esas cosas tan infantiles, yo sí superé el complejo de Edipo a pesar de carecer de padres, Shiro parece que no lo ha hecho - informó. ¿Debía inventarse ya el miedo? Sí, era perfecto decirlo, ¿cómo actuaba la gente con temor?

Se acarició un brazo con la otra mano. Volteó a otra parte para luego volver a dirigir su mirada a su interlocutor.

- Yo... - dejó de hablar por un corto instante de tiempo -, estoy preocupado, no asustado.

Suspiró.

- Bien, me iré, creo que, después de todo, no fue buena idea venir contigo - se encogió de hombros y miró la puerta de salida -. Hablaré con otra persona, espero que sí me considere digno de su confianza.

Miró la puerta y luego al rubio. ¿No lo iba a detener?

Lo miró con la sorpresa en los ojos.

¡Qué cambio había sufrido!
¿No estaba diciendo que quería dormir? ¿Que quería que se fuese a dormir ya?
Ahora se tenía que esforzar mucho menos para obtener lo que quería, hasta parecía que una parte del rubio estaba colaborando con él para hacerle las cosas más fáciles. Aún así, se dirigió a la puerta y se volteó antes de salir.

- Ya me dio sueño - mintió mientras se tallaba un ojo.
Bostezó inconscientemente, había sido mucho por un día, ¿qué hora sería? Cuando había salido de su propio dormitorio el reloj marcaba casi el inicio de un nuevo día, seguramente ya no dormiría para despertar al día siguiente, sino que dormiría y despertaría en menos de ocho horas-. Dejemos esta conversación para otro día, Napoleón.

Si regresaba a su cama seguiría inquieto y sin poder cerrar los ojos, así que, no lo haría. Si su juego no le divertía se pondría a caminar como sonámbulo, quizás hasta podría enterarse de algo más sobre el grupo de los que mataron al clon de Kennedy, los guardias suelen conversar mucho cuando protegen un sitio tan aburrido como lo es un instituto de noche.

- No me gusta molestar a los demás - otra, y muy grande, mentira de su parte-. Pareces cansado y algo irritado, lo siento. Los dos debemos estarlo, la situación actual es estresante y agobiante.

Cada cosa que decía, cada cosa de la que se quejaba el francés tenía una perfecta y comprensible replica en contra, pero no, parecía que no valía la pena ponerse a discutir por tonterías.

¡Qué infantil era!
Aunque eso, sólo por lo que le había dicho, lo celebraba. Si fuese más serio se sentiría de verdad mal por el "Te odio".

- Yo te quiero mucho, Bonaparte - dijo burlonamente Freud. No quería admitirlo, pero no se le ocurría que más hacer, excepto reprocharle, pero él no era así, por lo tanto se vería y escucharía muy falso.

Al parecer todo su trabajo se había ido al caño.
No había logrado molestarlo al grado que quería, pero es que no era divertido hacerlo si éste tenía cara de dormido o si no estaba completamente despierto y de buen humor. Podría salir mal.

- Pero el sentimiento no es recíproco, así que me voy como te dije antes - dijo, fingiendo que le dolía, era divertido bromear con los amigos, a pesar de que muchas veces le costasen buenos golpes y bofetadas. Sus bromas, al parecer, solían ser bastante crueles o malas. Ya nadie tenía sentido del humor.

Caminó y salió por la puerta, una vez fuera, se cruzó de brazos y se recargó en la pared que separaba la habitación del clon con el pasillo.
¿Dónde estaba Shiro? ¿Ikkyu?

Necesitaba algo con qué perder el tiempo, quizás si regresaba a su propia habitación hallaría el descanso que tanto esperaba, pero seguía escéptico. El acondicionamiento no funcionaba para nada, estaba oscuro, estaba cansado y sabía que debía dormir, pero no podía.

Suspiró.
Estúpida psicología inservible, usaría la neurología entonces.

Ah, no podía creer que lo estaba haciendo, se encogió de hombros y se golpeó la cabeza un par de veces, en el lóbulo frontal, para ver si así lograba llegar a su disfuncional hipotálamo. Le daba cierto temor golpear el temporal.

Ya Napoleón lo había dicho, tenía que dormir, si no lo hacía cabecearía durante las clases y se llevaría un buen reforzamiento negativo, como copiar palabras muchas veces o quizás disculparse por algo que no era su culpa, sino de su incapacidad para conciliar el sueño.

No, tampoco funcionaba la neurología ortodoxa, si pudiese abrirse la cabeza... pero no. ¡Ya deliraba! ¿Quién pensaba en abrirse la cabeza a esas horas de la madrugada?

Siguió recargado, de verdad que se le acababan las opciones, se dispuso a marchar a su habitación cuando escuchó la voz del francés. ¿No se suponía que tenía mucho sueño? ¿No se suponía que estaba muy cansado?

No conocía a nadie que cantase mientras dormía, así que era obvio que estaba despierto. Idiota.
Si quería cantar a solas sólo tenía que decirlo, no iba a interrumpirlo ni burlarse, bueno, quizás se burlaría un poco, pero se habría marchado como la buena persona que era.

Hasta Freud sabía que las personas solían tener un límite, un límite en donde se podía detener al Ello y hacer caso al SuperYo.

- Infantil - susurró antes de bufar. Pateó la pared y se dirigió de vuelta a su dormitorio. Menudo crío.

Lo examinó rápidamente, se veía molesto, estaba molesto, quizás estaba muy molesto.

"¿Infantil por qué?" se cuestionó mentalmente con excesiva tranquilidad. No había hecho nada que lo condenara de esa forma, más bien quedaría como un adolescente molesto, no como un niño. Napoleón sí quedaba como un niño. Querer tener la última palabra en una discusión era infantil.

Esperó a que terminase de decir todo lo que tuviese que decir, no lo interrumpió, pero sí que tuvo ganas de hacerlo. Podía hacer dos cosas: Irse a su cuarto o irse al cuarto de su amigo. La segunda le parecía demasiado tentadora.
Las cosas que tienen consecuencias claras y obvias son las más escogidas y seguras para los humanos.

¿De verdad pensaba sacarlo a puras patadas? Eso era digno de verse. Una patada de un hombre era más dolorosa que una bofetada de una mujer, pero ambas las recibía en situaciones completamente diferentes. Las bofetadas no se las merecía, ¡tan sólo quería ver si las chicas estaban bien desarrolladas y satisfechas con tal desarrollo!

Sí que había hecho un escándalo. Debía esconderse pronto antes de que uno de esos "amables" y "carismáticos" guardias viniesen a por él.

Ahora que se ponía a pensar, su habitación carecía de diversión, repasar como obseso las teorías de su original por medio de los libros del instituto resultaba casi como una Saturación y no quería eso. Vaya, que no quería nada con los libros. Las teorías son aburridas, los experimentos son interesantes.

Se movió con sigilo a la puerta y la tocó un par de veces, esperando escuchar un gruñido del otro lado o un grito de histeria porque no podía estar en paz.

No hubo respuesta.
¿Se habría dormido el niño? No podía ser, estuvo quejándose por minutos que le era imposible, pero quizás sólo estaba histérico por haberse despertado a mitad de la noche. Exagerando hechos como siempre.

Tocó con más insistencia, evitando aporrear la puerta porque eso sólo llamaría más la atención y hasta podría despertar a los demás de un humor de perros, pero no salía el rubio con su cara de pocos amigos. ¿Sí estaba dormido?

Se encogió de hombros, no iba a ser un estúpido, movió la perilla de la puerta, esperando que no hubiese cerrado con seguro. Pero estaba cerrado con seguro, resopló tenso.

¿Qué se necesitaba en este mundo para ser una buena persona?
Buscó entre los bolsillos de su pijama, buscando algo como un pedazo de metal o un clip para poder abrir la puerta, pero, ¿quién lleva encima esas cosas? ¡Nadie! Además, se suponía que trataba de dormir, si traía algo entre las telas le iba a incomodar mientras dormía.

Bostezó, pensar en que podía dormir hizo que le entrara sueño.
- Qué guardias tan buenos -comentó con burla-, ¿es qué jamás se van a aparecer?

Freud decidió no seguir jugando con fuego y se dirigió a su habitación, sintiéndose ya bastante cansado. No quedaba muy lejos de la de Napoleón, pero tampoco era como si quedase a unos cuantos pasos. Siguió caminando, prácticamente, descalzo por los pasillos.

- Algún día, alguien me golpeará más duro de lo que pueda imaginar y cuando eso pase... no me podré levantar en días - repuso con molestia.

Había llegado a su habitación, sin ningún contratiempo, hecho que consideró de buen augurio a pesar de su gran escepticismo hacia todas las supersticiones en general.

Se recostó y volvió a removerse un par de veces hasta poder dormir. Fue un corto lapso de tiempo.
En sueños intentaba acomodar las piezas de una forma diferente usando la técnica de insight, pero el resultado no variaba demasiado. No había nada que le dijese con claridad lo que planeaban los de afuera y tampoco había visto nada que le mostrara una nueva posibilidad o, de pérdida, a la próxima víctima de los ataques anti-clon.

Le gustaría decir que despertó con el grito de guerra de Napoleón, pero en realidad el agua fue lo que lo hizo salir de su inconsciente. No le salió la voz correspondiente al grito, tosió un poco para tratar de hablar. ¿Era agua fría?

- ¡Ah! -exclamó, claro que lo era, tampoco era como si el francés quisiera quemarlo vivo o que se la pasara la mar de bien con el agua templada. Su primer instinto fue asesinarlo, pero sabía que si salía así como así de la cama iba a caerse, así que se encargó de sentarse en la cama y matarlo con una mirada.

Se abrazó a sí mismo, ahora tenía frío.
- Ah... -ahora iba a pagar por eso. La próxima vez le haría lo mismo para despertarlo, ese rubio iba a saber lo divertido que era despertarse con una buena ducha-. ¿Qué pretendes?

Lo examinó con rapidez, parecía estar despierto y completamente feliz de lo que había hecho.

- Esto es una reacción de lo más boba -dijo, por no querer usar de nuevo "infantil". Procuró parar sus temblores y se apartó los mechones de cabello mojado de la cara-. ¡Fuera de aquí, Bonaparte!