Composición [Libre x 1]

Aquel día era apacible. Las nubes del cielo eran completamente blancas y se movían con una armoniosa lentitud. Acompañaban el cielo azul, incluso parecían obejas que volaban... O al menos, así funcionaba la imaginación de Niccolò.
El joven se había sentado a la sombra de un árbol del jardín, donde normal mente se encontraba todos los días que libraba.
Dejó de mirar por un momento las nubes y se centró de nuevo en el papel que tenía frente suya. Era una partitura sin escribir, sin ninguna nota. Tan solo se encontraban las líneas. Sin embargo, él quería aprovechar ese pacífico momento para componer. Si no hacía algo nuevo, algo de la talla de su original... ¿Qué iba a ser de él?
Sin embargo, cualquier pájaro que pasaba, cualquier ruido que escuchaba le distraía de su ocupación. Sacudió la cabeza, revolviéndose el pelo con una mano...

—Maldición... ¿Tan difícil resultaba componer?—Soltó un suspiro. Aquel día no se encontraba con demasiada inspiración, además de que aun no había hablado con alguien... Y estaba aburrido. Demasiado, podríamos decir.
Comenzó a escribir unas cuantas notas en el folio, pero bien pocas. Pensando que quizás podría llegar a ser un buen comienzo. Después soltó el lápiz y cogió el violín que había dejado a su lado, para intentar tocar lo que llevaba.

—Si Do' Do' La...—Comenzó a acompañar con la voz, mientras trataba de tocarlo. Pero luego tan solo se limitó a tocarlo con su instrumento.—¡Sí, quizás este sea un buen comienzo!—Exclamó, sin darse cuenta de que estaba hablando en voz alta.

Una suave y dulce melodía llamó su atención, sin dudas provenía de un violín. Entonces escuchó la voz optimista de un muchacho. Quería conocer a quien pertenecía aquel maravilloso sonido y un día que llegara tarde a las prácticas de esgrima no le haría ningún mal.

Tras dirigirse hacia donde se originaba el sonido, vio a Niccolò Paganini, el violinista genio. Lo conocía de vista, además ya había escuchado anteriormente algunas de sus composiciones durante las exposiciones, y aquellas melodías habían despertado en él una gran admiración por el talentoso clon.

Permaneció allí, muy cerca pero sin interrumpir. Mientras que disfrutaba el armonioso sonido del violín.

Paró de tocar un momento cuando ya tenía algo construido. Más o menos, la composición entera. Se encontraba bastante satisfecho. Tenía que escribirlo. Se acordaba a la perfección de lo que había tocado. Tan solo le faltaba el final. Comenzó a mordisquear la punta del lápiz, nervioso.
Sin embargo, sintió una presencia cerca. Eso le hizo alzar la cabeza para ver de quién se trataba. Al principio, no consiguió reconocerle. Pero después se acordó de que era el clon de Charles de Beaumont, que se había acercado con expresión curiosa.
No pudo evitar sonreír al ver que alguien, disfrutaba de su composición. O al menos, parecía haberle gustado. Porque si no fuese así, Niccolò suponía que se marcharía bien lejos. Por supuesto que había escuchado hablar del chaval. Tendría que estar en un curso menos que él. La gente solía hacer chistes sobre su apariencia algo afeminada, incluso cuando a veces se travestía. Así que era imposible no conocerlo.

—¿Te gustó?—Dijo al fin, sin perder la sonrisa.

—Por supuesto, es maravilloso como siempre —comentó, devolviéndole la sonrisa.

Caminó acercándose un poco y luego de pasar su mano por el suelo, se sentó. Era un día magnifico para desaprovecharlo dentro del gimnasio, pudiendo estar en los jardines, con la revitalizante brisa y el aroma de las flores y las plantas, además del suave crujido que emitían los árboles al ser movidos por el viento. Le gustaban mucho las prácticas de esgrima, pero era tentador permanecer allí, oyendo las hermosas melodías que componía aquel joven clon.

—¿No te molesta si me quedo aquí, escuchándote?

A Nicco le gustaba que le alagasen. Si le gustaba, a él le encantaba. Sin embargo, no dejó que se le subiese a la cabeza. Charles parecía ser un chico bastante agradable. Y como decía él, con buen sentido de la música. Volvió a apuntar lo que tenía hecho y ya pensado. Levantó la cabeza al escuchar la suave voz del clon espía.
—Por supuesto que no. Incluso me puedes servir de crítico.—Rió. No había otra cosa que le gustase más al chico que la compañía. Oh, Dulce compañía. Imaginarse el mundo entero, solo... Era algo horrible.
Muchos decían que tenía la cabeza llena de pájaros, que en realidad no llegaría a ser tan novedoso como su clon. Sin embargo, había gente como Charles que sabía apreciar el buen arte. Y eso le agradaba.
Comenzó a tocar el final que tenía ya previsto. Este era más lento y melódico, pero después comenzaba a adquirir ritmo. Hasta que finalmente, dejó de sonar. Sí, aquel era un buen final.
—Y el final... ¿Qué te pareció?—Preguntó, levantando la vista del pentagrama una vez lo hubo anotado todo.

El muchacho cerró los ojos y escuchó la melodía. Le producía una sensación fabulosa, su mente divagó ante el delicioso sonido. Y permitió que un aura de relajación lo envolviera, logrando que olvidara sus preocupaciones al igual que en el pasado.

Porque en secreto, no le gustaba la idea de ser idéntico a su original. La mentira y el engaño eran las armas de un espía, algo que no se le adecuaba en absoluto. El verdadero Charles de Beaumont incluso no dudo en jugar con su cuerpo, yendo tan lejos como actuar durante varios años un rol femenino. Sin embargo, aun así cumpliría con todo, había gente que tenía depositada mucha confianza en él, y no los defraudaría.

Recordó como en el año anterior, cuando se preparaba para subir al escenario durante la exposición, estaba muy inseguro. Llevaba un suntuoso vestido de damas y creyendo que haría el ridículo, no pudo evitar que las dudas se apoderaran de su mente. Pero entonces escuchó la melodía de Niccolò Paganini, notando como el clon del célebre violinista disfrutaba creando música. Parecía tan entusiasmado con lo que realizaba, lleno de optimismo, sueños y alegría. De alguna forma, esos sentimientos tan cálidos alcanzaron a su corazón.

Y ahora, en la sombra de un árbol en el interior de los jardines, finalmente tenía la oportunidad de agradecer.

—Gracias —murmuró cuando Niccolò cesó de tocar el instrumento—. Tu música significa mucho para mí, no tengo las palabras suficientes para describir lo bella y especial que es.

Abrió los ojos antre la respuesta de Charles. No es que no fuese honesto, pero sabía que su música era buena. Era el clon de uno de los mejores violinistas del mundo y lo sabía. Había entrenado toda su vida para componer, para tocar cualquier instrimento. Y aunque él era un genio con el violín, aquella composición tan solo era de principiante. Le gustaba que le dijesen lo bueno que era su trabajo. Había tenido pocas relaciones con el espía, sin embargo parecía que se llevarían bien.

—Ah... No sé qué responder.—Murmuró, mientras se pasaba una mano por la nuca, sonriendo.—Me alegra de que mi música sea tan importante. Pero no me lo esperaba.

Muchas personas estaban cansadas de aquel carácter alegre y energético. Incluso de que dedicase toda su vida a ser mejor que su original. Porque aquella era su verdadera vocación, una cosa en la que se diferenciaba de Charles. Lo había visto varias veces en el taller de esgrima. Aunque no perteneciese a él, había visto ensayos. Prefería seguir con sus clases, aunque ya había poco que pudiesen enseñarles.

—Mejor, gracias a ti.—Sonrió.—¿Sabes qué? Poca gente se entretiene a escuchar mi música. Algunos profesores, porque es su deber... Pero normalmente, la gente se centra en lo que ocurre alrededor de su original. Me alegra de que mi música sea tan importante para ti.